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A mediados de abril emprendimos un viaje. El objetivo era presentarle a uno de nuestros embajadores, Daniel Carbonell (Macaco), una de las comunidades en las que Oxfam trabaja.
Una hilera de niñxs y jóvenes, baja de un camión que los ha llevado hasta el poblado de Ayutla, en la sierra de Oaxaca. Todos cargan consigo diferentes instrumentos que protegen con mantas o pedazos de tela; son clarinetes, trompetas, percusiones y hasta una tuba que se ve mucho más grande en las manos de un niño tan pequeño.
En América Latina y el Caribe el 1% más rico de la población posee el 41% de la riqueza. Si se mantiene esta tendencia, en sólo 8 años este 1% acaparará más riqueza que el 99% restante, contribuyendo a un aumento exponencial del número de personas pobres en la región y echando por la borda los avances en la reducción de pobreza monetaria de los últimos 10 años.
Aunque los daños no fueron tan graves como podrían haber sido, la población total afectada podría alcanzar las 50,000 personas.
Es difícil quizás entender lo que significa el término “piso pegajoso” cuando no has vivido en uno. Las mujeres, en las ciudades y en el campo, universitarias y con educación primaria, todas vivimos en ese piso pegajoso provocado por dobles y triples jornadas de trabajo.
Sembrando la tierra para hacer florecer a la comunidad.
Pensemos en una ingeniera que coordina la construcción de un puente; pues bien, pese a que ella hace exactamente lo mismo que un hombre en las mismas horas de trabajo, es común que gane un 15% menos.
Oxfam tiene más de 70 años de experiencia trabajando para lograr sociedades más justas, por medio de cuatro estrategias. Una de ellas es proporcionar atención ante desastres, emergencias y grandes crisis humanitarias a nivel global.
Tradicionalmente, las tareas de cuidado del hogar, niñxs, ancianxs y enfermxs se atribuyen a las mujeres y no son valoradas ni por su importancia para la sociedad ni por su aporte a la economía.
Un año después del terremoto de Nepal
Conocemos el nombre y apellido de los más ricos de México, pero ¿quiénes son las personas que enfrentan las peores consecuencias de la desigualdad?
“Podemos comer lo que nosotros mismos sembramos”